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Todos, en algún momento de nuestra vida, vamos a experimentar el duelo, uno de los acontecimientos más estresantes que como seres humanos deberemos afrontar. Sin embargo, debes saber que el duelo no es ninguna enfermedad, sino un proceso adaptativo normal ante una pérdida.

Solemos asociar el duelo al fallecimiento de un ser querido. Sin embargo, también es posible experimentar este proceso en otras situaciones como pueden ser la pérdida del trabajo, discapacidad producida por una enfermedad o accidente de tráfico, ruptura amorosa, etc.

La mayoría de las personas afrontan el duelo de manera natural, y solo algunas tienen problemas en este proceso de adaptación. La duración del duelo varía dependiendo de cada persona y situación pero, en general, el proceso de recuperación suele comenzar lo largo del segundo año tras la pérdida.

Como explica Miquel Roca, Catedrático de Psiquiatría en la Universidad de las Islas Baleares “un duelo es una reacción emocional muy frecuente ante una situación de pérdida. Acostumbra a provocar tristeza, insomnio, irritabilidad, falta de aceptación de la pérdida, reiteración en recuerdos, pensamientos repetidos y focalizados en la situación desencadenante, etc. Por regla general son síntomas oscilantes, desencadenados ante situaciones o estímulos que remiten a la pérdida. Estas emociones, a diferencia de los síntomas de una depresión, son menos persistentes e invasivas y en ocasiones se alivian o reducen cuando la persona afectada está acompañada, bien sea por familiares o amigos”.

¿Qué vas a sentir durante el duelo?

Durante el duelo vas a pasar por distintas fases y experimentar emociones y comportamientos que forman parte de este proceso. No debes preocuparte, solo saber que es normal que pases por ello.

Componentes del proceso del duelo

  1. Shock: aparece en los momentos iniciales, y su duración es mayor cuando el suceso es imprevisto. Se asocia a apatía y sensación de estar fuera de la realidad.
  2. Desorganización: ocurre también al principio del proceso. Se acompaña de desesperación y absoluta desestructuración del funcionamiento en cualquiera de los ámbitos vitales.
  3. Negación: es una forma frecuente de reacción ante sucesos inesperados. Puedes esperar la llegada o la llamada de la persona desaparecida y actuar como si nada ocurriese.
  4. Depresión: representa la progresión a una fase adaptativa más realista. Confirma que el proceso del duelo se está llevando a cabo de forma adecuada.
  5. Culpa: consiste en pensamientos recurrentes, casi obsesivos, en relación a lo que se podría haber hecho para evitar el suceso. Son más frecuentes si no te has podido despedir del fallecido o si las relaciones con él no eran buenas.
  6. Ansiedad: surge ante el miedo, en muchos casos justificado, de los cambios que ocurrirán en tu vida después del suceso (ej. soledad, dificultades económicas, etc.). Es el miedo a tener que sobrevivir sin la persona fallecida porque satisfacía una serie de necesidades.
  7. Ira: puede ir dirigida hacia familiares o amigos que no han “ayudado” durante el suceso o hacia personas que todavía disfrutan de lo que tú has perdido (ej: otras personas que conservan a sus cónyuges o sus hijos). En ocasiones la ira se puede dirigir hacia el personal sanitario (reacción frecuente en plantas oncológicas y en urgencias) o incluso hacia el fallecido por haber abandonado a los supervivientes.
  8. Resolución y aceptación: ocurre cuando has podido adaptarte a la pérdida de la persona y asumir las modificaciones que producirá este suceso en tu vida. No siempre se alcanza esta fase.

¿Cómo puedes saber si estás viviendo un duelo patológico?

No hay un duelo igual a otro, ya que cada persona pasa por este proceso a su manera. “Hablamos de “duelo patológico”, “duelo complicado” o “duelo no resuelto” cuando los síntomas persisten durante un periodo prolongado de tiempo”, explica el Profesor Roca.

También se habla de duelo patológico cuando hay ausencia de duelo o retraso en su aparición.

En estos casos, es común negar la muerte del fallecido y creer que vive; creer que uno mismo es el fallecido; experimentar alucinaciones; pensar que se va a morir de la misma enfermedad y acudir constantemente al médico por ese motivo; y desarrollar conductas fuera de lo normal, entre otros signos característicos.

Las personas que tienen mayor riesgo de sufrir un duelo patológico son aquellas que experimentan una pérdida repentina o en circunstancias catastróficas, las que están aisladas socialmente, quienes se sienten responsables de la muerte y aquellas personas que mantenían una relación de intensa ambivalencia o dependencia del fallecido.

Según el Dr. Lorenzo Armenteros, médico de familia en Lugo y miembro del grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, “los casos de duelo patológico han aumentado como consecuencia de situaciones inesperadas de muertes por COVID-19, y en las condiciones que se han producido de soledad, aislamiento, ausencia de despedida y otros muchos factores estresantes y dramáticos que los rodean. Al hecho de la muerte de un ser querido se han unido situaciones vitales complejas, laborales, familiares e incluso del padecimiento de la propia enfermedad, lo que contribuye, no solo al aumento de casos sino además a su complejidad”.

¿Hay relación entre duelo patológico y depresión?

Aunque el duelo y la depresión son dos cosas diferentes, ambas pueden convivir y, de hecho, un duelo complicado o no resuelto puede desencadenar una depresión, especialmente en personas con antecedentes personales de depresión, por lo que resulta muy importante tener esto en cuenta para, llegado el caso, buscar ayuda lo antes posible.

Además, “si la sintomatología del duelo patológico cambia y se inician síntomas más propios de un trastorno afectivo, entonces deberemos establecer un diagnóstico de depresión, que precisa ya un tratamiento cuanto más precoz, mejor”, asegura el psiquiatra.

¿Cuándo debes acudir al médico?

Como recomienda el Dr. Armenteros, “se debe consultar el duelo por una pérdida, cuando no hay una desaparición gradual de los síntomas con el paso del tiempo, y estos persisten, pasando a convertirse en el denominado duelo patológico. Este estado emocional llega a afectar a la vida laboral y familiar y, en muchos casos, precisa apoyo asistencial para superarse”.

Además, es aconsejable que lo hagas si sientes que necesitas ayuda para superar esta situación o si te encuentras en situación de riesgo para desarrollar un duelo patológico y no cuentas con recursos suficientes que te puedan ayudar, como son el apoyo familiar, tener trabajo o estrategias de afrontamiento de problemas.

También es buena idea que te dejes acompañar y asesorar por el médico si este considera que necesitas ayuda para afrontar este proceso.

El  médico de familia es el profesional más indicado en primer lugar, por la relación de cercanía, accesibilidad y confianza que generalmente existe con él. En casos de duelo patológico, “deberemos conseguir que se expresen los sentimientos a través de una escucha activa, empatizar, expresar nuestro apoyo, aceptando y demostrando que le comprendemos y que su caso es más frecuente de lo que él en ese momento cree. Posteriormente, le daremos apoyo psicoterapéutico, ayudándole a planificar su futuro. Este tratamiento deberá ser el fundamental. Si fuese necesario se utilizará tratamiento farmacológico de apoyo. En situaciones de duelo muy complejas coordinaremos una asistencia compartida con especialistas del ámbito hospitalario o con unidades de salud mental”, explica el miembro del grupo de Salud Mental de la SEMG.

 

[i] García-Campayo J, Mendive-Arbeloa JM. En: Programa de Formación Continuada Trastornos del Ánimo en Atención Primaria. 2ª edición. Madrid: Adalia farma; 2007. p. 37-71.

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